¿Sabía Ud. que el cáncer de la piel es el tipo de cáncer más frecuente en la especie humana?
En los Estados Unidos de Norteamérica, por ejemplo, los cánceres de la piel constituyen aproximadamente una cuarta parte de todos los casos nuevos de cáncer diagnosticados anualmente, con una cifra que bordea el millón de casos por año. En otras palabras y desde el punto de vista estadístico, el cáncer de piel es numéricamente más sobresaliente que el cáncer de colon, pulmón, riñones, por citar sólo algunos tipos.
En este contexto y considerando que vivimos en un país tropical con muchas horas-sol promedio, el tema merece especial atención de parte nuestra.
A breves rasgos, los tres tipos de cáncer de la piel, en orden decreciente de frecuencia son : el basocelular, el espinocelular y el melanoma. Aunque su gravedad y capacidad de diseminación – es decir la posibilidad de dar aquello que la medicina denomina metástasis- son variables, todos tienen un factor de riesgo en común: la exposición a las radiaciones ultravioletas de la luz solar.
Para conocimiento general es necesario recalcar que el grado de letalidad es el inverso de la frecuencia: el melanoma es el más letal pero afortunadamente es menos frecuente, mientras que el basocelular es el más frecuente pero, afortunadamente otra vez, es el menos agresivo.
Desde siempre ha sido bien conocido por el público el severo daño que la exposición indiscriminada a la luz solar produce en la piel. Ella acelera el proceso de envejecimiento y la formación de arrugas, lo cual es fácilmente comprobable en aquellas personas que han acostumbrado a broncearse sin restricciones. Un buen bronceado puede ser atractivo en los años de la juventud pero, con el paso del tiempo, la paradoja de una piel severamente envejecida es la consecuencia.
Esto es de suma importancia desde el punto de vista estético, sin embargo, su mayor relevancia radica en la relación con procesos cancerosos que implican, ya no un mero problema de apariencia física sino un riesgo vital.
Se ha demostrado, sin lugar a dudas que, determinadas radiaciones de cierta longitud de onda, en particular, pueden inducir un grave daño al material genético de las células de la piel. La melanina, aquel pigmento responsable del color de la piel, ojos y cabello ejerce una función de escudo protector en contra de las radiaciones solares y entonces resulta obvio colegir que las personas blancas, de cabellos y ojos claros están sometidas a un mayor riesgo. Si bien es cierto que nuestra raza mestiza es mayoritariamente morena y ello le confiere un relativo grado de protección al daño solar ( gracias a la mayor cantidad de melanina en su piel), debemos enfatizar que el cáncer de piel no es patrimonio de la raza blanca y que, la raza negra no está de exenta de sufrir sus consecuencias.
Nuestra provincia, con su célebre alto índice de personas de piel blanca está particularmente en riesgo y más aún si consideramos los oficios de la población manabita.
En Manta, por ejemplo, un número preponderante de la población se dedica a labores que implican gran exposición solar, con la industria pesquera en primer lugar. Ello además del hecho lógico de que, al vivir en la costa, sus habitantes tienden a pasar gran parte de sus momentos de ocio en actividades al aire libre. Ir a la playa y trotar o caminar por ejercicio son un par de buenos ejemplos.
Es interesantísimo el dato estadístico que demuestra que el cáncer de piel es menos frecuente en el hemisferio norte y que, conforme descendemos en latitud hacia la línea ecuatorial, el número de casos se incrementa proporcionalmente. Y aumentará más aún debido al agujero en la capa de ozono, por todos conocido.
¿Qué debemos hacer entonces? Prevenir es la palabra clave.
Reducir al máximo la exposición a la luz, sobre todo en las horas de mayor intensidad solar y de ser posible no exponerse a los rayos ultravioletas a menos que se utilice un bloqueador o pantalla solar que tenga, como mínimo un factor de protección de 30.
Si el sujeto es de piel muy blanca, cabellos rubios y ojos claros, esta recomendación debe ser seguida más estrictamente.
Y como complemento, prestar especial atención a cualquier “lunar” o “grano” de reciente aparición sobre todo en las áreas normalmente expuestas al sol: cara ( nariz, frente, mejillas, orejas) cuello, dorso de las manos y los pies, antebrazos, piernas. O cualquier “lunar” de aquellos que se han tenido desde siempre pero que súbitamente empiezan a crecer, se hacen negros, sangran o se ulceran.
Ello es una indicación urgente de la necesidad de consultar a un especialista pues, al igual que con otros tipos de cáncer, el diagnóstico y tratamiento tempranos son, literalmente, curativos.
Si en la familia existen antecedentes de parientes que hayan sufrido algún tipo de cáncer de piel, la precaución a ejercer debe ser mayor.
Finalmente ¿ cuando fue la última vez que Ud. lector usó un bloqueador solar?